Navidad, época de compartir (opinión)

Navidad, época de compartir (opinión)

«Escucha bien, todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, ¡Lo contaré como si me lo hubieras dado a mí personalmente!» (Mateo 25,34-40).

Hace dos años, para estas mismas fechas, tuve una de las mejores experiencias: compartir la celebración de la Navidad en un asilo de ancianos.

Mis amigos y yo tuvimos una idea: un proyecto el cual consistiría en visitar un asilo de ancianos por un año, recaudaríamos fondos para poder ayudar a cubrir necesidades básicas que el lugar tuviera y si sobraba un poco de dinero lo destinaríamos para una fiesta en el mes de diciembre.

Con ello, empezó nuestra aventura, realizamos varias veces ventas de alimentos y ropa en cualquier lugar donde nos lo permitieran. También hicimos recaudación de pañales, medicamentos y productos básicos.

Así, tuve la oportunidad de hacer amistad con algunos de ellos.  Cómo olvidarme de la señora Rufina y del señor Miguel, mis abuelitos consentidos, a los que siempre les llevaba lo que ellos me pidieran, ya fueran hilos y tela porque a ‘Rufi’ le gustaba costurar o nopalitos con tortilla y frijol, el platillo favorito del poblano Miguel.

Sus historias llenas de enseñanza y sus palabras sabias, junto con esas canas y esas arrugas en su piel, son el recordatorio de una vida llena de experiencias, mismas que ellos, con alegría y amor, nos compartieron en una ocasión.

De esta forma, fue muy triste escuchar que una señora que hizo hasta lo imposible por salir adelante sola con su única hija, acabara en un asilo de ancianos con el pretexto: “Mamá vas a estar mejor cuidada y nos vas a dejar de estorbar” para que, meses después de llevarla al asilo, su propia hija le quitara los derechos sobre la casa que con mucho sacrificio la señora Rufina había comprado.  Además, en esos 10 años de vivir en el asilo, su hija jamás había llegado a visitarla.  Solamente le hablaba por teléfono un par de ocasiones y las que hablaban con ella eran sus nietas.

Entre lágrimas recuerdo que ella me preguntaba: «¿Crees que fui una mala madre?» Esa pregunta me dejó sin palabras. Llevaba solo meses de conocer a esa viejita y yo no sabía cómo contestar esa pregunta. Lo que sí tenía en mente era el hecho de que una hija que abandona a su madre en un asilo y jamás la llega a visitar, definitivamente sí es una mala hija. No sé los motivos de esa mujer, realmente nunca podré contestar esa pregunta, pero así como ‘Rufi’, habían muchísimas historias más y era muy triste que a la mayoría de esos ancianos los dejaran con el mismo pretexto con algunas variaciones.

La alegría que ellos tenían en sus rostros en la fiesta de Navidad al momento de armar los árboles junto con nosotros, jugar lotería, cantar villancicos, comer platillos típicos navideños y abrir los regalos, es algo que jamás podré olvidar. Esa ocasión será una de las mejores de toda mi vida y lo es por el simple hecho de que pude compartir ese día tan especial rodeada de amor.

Ése es el verdadero sentido de la vida: compartir con los demás y amar desinteresadamente.

 

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