En enumeradas ocasiones me he preguntado si ser mexicana es una convicción o una imposición. Muchas personas se confunden al creer sentir amor por su país porque el hecho de haber nacido en Mexico no te obliga a amarlo.
Al igual, he concluido que las personas están confundidas. Todo comienza cuando desde niño te enseñan a cantar el himno todos lo lunes o que, cuando hay un partido de futbol, debes portar la camiseta, gritarle a tu equipo e incluso aprender las groserías que te “caracterizan” como mexicano.
Ahí es donde comienza la ironía, ya que desde chiquito te enseñan las cosas equivocadas: los adultos te hablan de amor y respeto a la patria, pero igual nos muestran que hay mil razones para ya no estar a gusto en este país. Para ellos siempre habrá una época mejor, cuando las cosas eran mejores. Así inicia el círculo de la inconformidad.
Amo ser mexicana porque amo sentir tanto amor por algo que se puede ver tocar y oler de muchas formas: amo las quesadillas y amo ser compatriota de la señora que las vende.
Amo que mi país me brinde la identidad de ser perteneciente a algo. Amo que me hayan enseñado a amar algo tan grande. Amo que tengo la visión de amar más cada día. Amo querer servir por algo que me ha dado tanto. Amo a la persona que quiere hacer un cambio porque se que contagia la esperanza que necesitamos.
Amo sentir ser una luchadora porque sé que mi sangre es perteneciente a luchadores. Amo a mi país porque, a pesar de que las cosas no han mejorado, me encanta ser mexicana.
Son las personas que perjudican a este país las que aún no han aprendido a amar.
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