2 de Octubre de 1968, como dice la frase ya célebre, no se olvida como uno de los días más negros de la historia en México.
Cuentan los historiadores y expertos en el tema que, durante la tarde de aquel día, cientos de personas, entre estudiantes y maestros de los centros de estudios de la U.N.A.M., el I.P.N, las vocacionales, así como amigos y simpatizantes del Movimiento Estudiantil, se conglomeraron en la Plaza de las Tres Culturas para manifestarse un día después de la salida del Ejército, el cual había tomado las instalaciones de la máxima Casa de Estudios en México y del Instituto Politécnico Nacional.
El lugar se encontraba fuertemente vigilado ante el temor de que fuera tomada la torre de Relaciones Exteriores.
El batallón Olimpia, infiltrado entre los manifestantes vestidos de civil, pero con pañuelos blancos amarrados en las manos para ser identificados por sus compañero, se apostó en los edificios Chihuahua, 2 de Abril, 15 de Septiembre, I.S.S.S.T.E. 11, Revolución de 1910 y la Iglesia de Santiago.
A las 6:10 PM, un helicóptero de la policía dejó caer dos bengalas: la primera verde y la siguiente roja, señales a los francotiradores para abrir fuego hacia los oradores, la multitud y al Ejército, a este último, con el objetivo de hacerle creer que eran los manifestantes eran los agresores. Por ello, los militares abrieron fuego contra la multitud en respuesta a “la agresión de los estudiantes”.
Los manifestantes que lograron escapar del tiroteo y buscaron asilo en los departamentos aledaños fueron perseguidos, y aún sin órdenes judiciales, fuerzas policiacas y militares entraron y catearon cada departamento en busca de estudiantes, los cuales fueron llevados por la fuerza y a punto de toletazos a dos lugares: la puerta de elevadores del edificio Chihuahua, donde fueron desvestidos y golpeados, y a la iglesia de Santiago-Tlatelolco, donde se cree fueron detenidos aproximadamente tres mil jóvenes, desnudados y golpeados frente a las paredes blancas, en las cuales se pudieron ver manchas de sangre hasta un mes después de los acontecimientos.
En el lugar se decomisaron cámaras y rollos a los periodistas y se destruyó todo tipo de evidencia gráfica. La cifra oficial que diera el gobierno, en aquel entonces del presidente Gustavo Díaz Ordaz, fue de 20 muertos. La escritora Elena Poniatowska, que buscó entre los cadáveres a su hijo, contó en un solo sitio más de 65 cuerpos.
El periodista inglés John Rodda calculó un saldo aproximado de 325 en sus investigaciones independientes, años más tarde su misma investigación rebajaría la cifra a 250.
La BBC de Londres, en una acotación hecha en el 2005 al archivo original del 2 de octubre de 1968, sostiene que el número oscila entre 200 y 300, aunque, en general, las cifras rondan entre los 200 y los mil 500.
Otros testigos afirman que los cadáveres tuvieron que ser movidos con grúas e incinerados para eliminar toda la evidencia posible.
Debido al encubrimiento gubernamental, no se ha podido cuantificar las cifras de asesinados, heridos y desaparecidos.
Se responsabilizó directamente al Gobierno de México en 1969 y se señaló como culpable de los hechos a entonces presidente de México Gustavo Díaz Ordaz y a su secretario Luis Echeverría Álvarez.
