Los crímenes de Estado en México han continuado: Javier Otero

Los crímenes de Estado en México han continuado: Javier Otero

En opinión de Javier Otero Rejón, director de Humanidades de la Universidad Anáhuac Mayab, después del dos de octubre «han continuado los crímenes de estado en nuestro país». Como ejemplo, recordó el caso Ayotzinapa, que se suma -dijo- a la «historia oficial del terror nacional».  

Profesor fundador de nuestra Casa de Estudios, Otero Rejón contesta a preguntas sobre «La matanza de Tlatelolco», y aunque ciertamente no atestiguó los acontecimientos, afirma que, a dos años del 1968 (llegó a vivir a la Ciudad de México en 1970), aún se podía oler la tensión y el dolor de aquel día.

Han pasado 47 años. Dos de octubre, no se olvida.

Las nuevas generaciones han adoptado las consignas de aquel tiempo.

El Altavoz: ¿Qué pasó aquel día en Tlaltelolco?

Javier Otero: Es confuso para mí (yo cumplí 18 años ese mismo mes y año) y para muchos contemporáneos del suceso, pues en 1968 los medios de comunicación (periódicos y noticieros radiofónicos y televisados) estaban férreamente controlados por el Secretario de Gobernación (Luis Echeverría Álvarez) por instrucciones del presidente de la República (Gustavo Díaz Ordaz). Quienes no fuimos testigos presenciales, nos enteramos por comunicados censurados y alterados que difundían los medios amordazados por el poder ejecutivo federal. Pero hubo datos que no podían ser maquillados: que hubo una manifestación pacífica organizada por estudiantes en la que participaron obreros y familias vecinas del barrio de Tlaltelolco, que fuerzas especiales paramilitares (el Batallón Olimpia) y el Ejército mexicano dispararon contra los manifestantes, que murieron muchas personas (cifra incomprobable que va desde algunos cientos de personas hasta varios miles), que otras personas fueron arrestadas, torturadas y desaparecidas y que la brutal acción logró su pragmático objetivo: paralizar, mediante el terror, a la población civil para el desarrollo tranquilo de los XIX Juegos Olímpicos (irónicamente llamados “Olimpiada de la Paz”) que iniciaron 10 días después.

EA: ¿Por qué ocurrió lo que ocurrió?

JO: Como todo evento social, tuvo un origen multifactorial. De entrada, las protestas estudiantiles impulsadas por los partidos políticos de izquierda en 1968 ocurrían en varios lugares del mundo occidental, siendo las más llamativas el ‘mayo francés’ en París y la ‘Primavera de Praga’ en la actual República Checa, entonces Checoslovaquia, y la ‘Revolución del 68’ en España. Pero en México tuvieron una mayor notoriedad por la realización de los Juegos Olímpicos que tenía todos los reflectores del mundo enfocados hacia nuestro país. El espíritu del 68 era el reclamo de la juventud mundial por un espacio de gestión en un escenario político dominado por los adultos. En México, esto se agravaba por el estilo personalista y autoritario de los presidentes de extracción priísta […] cuya sucesión no había resuelto los graves problemas sociales y económicos del México postrevolucionario y había una gran inconformidad popular en todos los segmentos de la población, especialmente los jóvenes universitarios que veían muy difícil su inserción en el mercado laboral.

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El gobierno, encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, reprimió brutalmente, desde su inicio, al movimiento estudianti.

EA: ¿Fue realmente una ‘masacre’?

JO: Habría que definir ‘masacre’: ¿según la cantidad de víctimas o según la violencia de la forma? En cualquiera de los dos criterios, el asesinato masivo en Tlaltelolco sí fue una masacre que no fue debidamente documentada (en esa época no se podía, como ahora, grabar con teléfonos celulares o iPads) pues los testimonios presenciales recogidos por periodistas independientes entre las víctimas sobrevivientes fueron desacreditados por la “historia oficial” y sólo fueron registrados en obras literarias.

EA: ¿Qué lecciones nos deja?

JO: Pesimistamente diría yo que ninguna, pues, en las décadas posteriores al 68, han continuado los “crímenes de estado” en nuestro país. El ejemplo más reciente es Ayotzinapa que se suma, con todas sus contradicciones y deformaciones, a la “historia oficial del terror nacional” en la que el capítulo Tlaltelolco ya es parte del pasado.

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