En defensa de Anton Ego (columna)

En defensa de Anton Ego (columna)

 

bannerLa siguiente columna es una cuasi-reseña/resumen/recomendación del libro Better Living Through Criticism, escrito por A. O. Scott, crítico jefe en The New York Times.

‘Anton Ego’ es el temido crítico culinario que amenaza la reputación del restaurante ‘Gusteau’s’ y el talento gastronómico de ‘Remy’, la rata en la película ‘Ratatouille’; y aunque presenta todas las características de un antagonista, no es realmente un villano.

‘Ego’ es antagónico, en el sentido de que se interpone entre el protagonista y sus objetivos, y en que vencerlo es el objetivo principal de la película. Pero no es villanezco. No es malvado. Es tan sólo un crítico haciendo su trabajo.

‘Remy’ y ‘Ego’ no son tan diferentes. Ambos aman la comida y ambos son creadores. ‘Remy’ hace de los ingredientes su materia prima para crear su arte, mientras que ‘Ego’ se sirve del platillo para crear crítica.

Brad Bird, escritor y guionista de ‘Ratatouille’, parece esconder un comentario en el final de su obra: ‘Ego’ deja atrás su labor crítica y se dedica a vivir para disfrutar ascéticamente de la comida. Se aleja del análisis y de la antagonización para limitarse a disfrutar.

Bird, entonces, ¿nos dice que la crítica es un esfuerzo inútil? ¿Argumenta que al ver cine debemos dejar de fijarnos en encuadres y psicología de personajes, planos y contraplanos, continuidad y todo eso para solamente disfrutar la película?

No. El autor pretende ilustrar una imposible utopía. Un mundo en el cual la perfección del arte es inmediatamente observable y reconocible por todo quien la aprecie. Un lugar en donde existe una experiencia estética integral resonante de la filosofía del esteticismo promulgada por Oscar Wilde. ‘Ego’ encontró su platillo perfecto. Encontró al máximo exponente del arte culinario. Encontró aquello que la crítica por primigenia definición busca.

Tristemente, no hay equivalente en el mundo real del perfecto Ratatuille de ‘Remy’. No hay obra artística que se dé por entendida sin necesidad de análisis. El mundo del arte necesita entre su audiencia a gente para discernir entre lo bueno y lo malo, para observar, analizar y comparar, desenterrando la belleza oculta en el arte. Y esa labor recae en la crítica.

En la relación entre ‘Ego’ y ‘Remy’ podemos vemos el eterno conflicto entre el artista y el crítico. Tal se puede ejemplificar con poeta alemán R. M. Rilke, quien, como se evidencia en su seminal libro ‘Cartas a un Joven Poeta’, era un ferviente crítico de la crítica: «nada toca tan pobremente una obra de arte como las palabras de un crítico», escribió.

Pero el mismo Rilke también es autor del poema ‘Torso Arcaico de Apolo’, en el cual medita sobre una incompleta escultura griega, del mismo nombre que el poema, observada en un viaje al Museo del Louvre. El autor, verso tras verso, describe la obra y su fascinación al verla. Habla sobre cómo se siente observado por la pérdida-en-el-tiempo mirada del dios griego y cómo capta una esencia erótica de la inexistente entrepierna de la escultura.

¿No es esa una crítica de la enigmática escultura? ¿No está Rilke desglosando su entendimiento de una obra artística, llevándolo a una mejor apreciación de la misma? Con el poema, Rilke intenta englobar y recrear los sentimientos que se apoderan de él al observar el truncado cuerpo, ofrece un comentario, y además, construye su propio arte a partir de su experiencia.

Mientras el artista Rilke antagoniza al crítico, pero simultáneamente crea arte en forma de crítica, el crítico ‘Ego’ antagoniza al artista, pero desvalora su propia obra al cínicamente decir «nosotros críticos debemos reconocer que la basura promedio vale más que lo que escribamos de ella».

Desacuerdo tanto con Rilke como con el auto-degradante ‘Ego’. La crítica es una forma de arte por sí misma, que en ciertos casos puede llegar a rebasar la obra original. Lo que escribe ‘Ego’ de los restaurantes que visita es equivalente al poema de Rilke, que es equivalente a una crítica de cine. Ambos engloban a la obra original, y además, aportan su propio arte al indagar y descubrir. Como escribió Wilde: «la forma más alta de criticismo es aquella que pone en evidencia cosas que el autor no sabía que puso en su obra».

Es de ese profundo análisis y de su locución que nace un arte independiente de la obra sobre la que se escribe, como una escultura es independiente del mármol que le da vida.

Así que, si alguien lee esta columna y me dice que «estoy hurgando en una película para niños, buscando cosas que no están ahí», les respondo: Rilke hurgó en una escultura y literalmente vio y sintió cosas que no estaban ahí y ya vieron como le funcionó.

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