Hoy en día es muy común hablar de medios electrónicos y redes sociales virtuales. Se puede decir que gracias el surgimiento de estas tecnologías, la sociedad no necesita un libro para imaginar ciudades, esperar al día siguiente para leer las noticias o dos meses para recibir una carta y mucho menos salir de sus casas para rentar una película.
Ahora todos estamos conectados en diferentes canales, lo cual hace que la comunicación sea más eficaz, aunque no mejor. Los jóvenes son los que mayormente disfrutan estos beneficios, y sin embargo, han perdido la cordura.
En el mundo virtual de la actual generación millenial, se pasea unas ganas enormes de compartir lo que hacen, lo que piensan y hasta lo que comen. Muchas veces me he topado con conocidos que basan su estado de animo en los “me gusta” de Facebook o Instragram. Tienen un deseo enorme de aceptación y aprobación de la sociedad.
En ese sentido, pareciera que les importa lograr una foto perfecta en vez de disfrutar el momento perfecto. Me reservo el derecho a estar en contra de estas prácticas, puesto que yo he caído varias veces en esto, pero el punto es que la gente se aleja de la realidad, descuida sus obligaciones, se distrae de lo maravilloso de vivir y, por desgracia, se empeñan por publicar algo que no son, pero que, sin embargo, les gustaría ser.
La juventud de hoy vive más estresada y deprimida. Antes la única presión que tenía provenía de los padres, la escuela y los círculos de amigos más cercanos. Ahora se vive también presionado por las redes sociales.
Así, lo que comenzó para unir gente de otros lugares y simplificarnos un poco la vida, se convirtió en presión y cansancio, en una carrera constante en busca de la aprobación basándose en el número de likes.
De hecho, tanto fue el éxito de estas muestras de aprobación que Facebook implementó, hace algunos meses, otras modalidades. No sé si sea ésa la razón por la que los jóvenes tienen un deseo extremo por publicar cada cosa que hacen. Quizá sea el simple hecho de querer ser popular o hacerse notar.
No obstante, de una cosa estoy segura: estamos creando jóvenes más inseguros y con mayor presión social.
