La democracia en realidad tiene doble cara

La democracia en realidad tiene doble cara

TOQUEVILLE:

Tocqueville quiere defender la libertad individual del ser humano por encima de la tiranía de la sociedad.

La más grande tarea que nos podemos plantear, de acuerdo con la teoría de Tocqueville, es conocer más y mejor a la democracia, para fortalecer a los aspectos positivos y disminuir a los negativos.

Tocqueville vivió en una época plagada de cambios. Movimientos revolucionarios se iniciaban y propagaban por el mundo. La revolución francesa, la independencia de las colonias americanas, el derrocamiento de reyes por doquier llevó a lo que el gran pensador denominó como una gran “revolución democrática”, que necesitaba de una “nueva ciencia política” para poder pensarla en su integridad.

Para Tocqueville, sobre la base de la sociedad democrática igualitarista solo se podían vislumbrar dos construcciones divergentes de nuevos ordenes jurídico-políticos: el liberal y el despótico. “Corresponde a los sujetos condenados a vivir en la democracia decidir cual de los dos se elige”.

La igualdad democrática y la libertad liberal no se contraponen de manera necesaria, y Tocqueville percibe en el deseo de libertad un componente esencial de la naturaleza de la democracia. A pesar de esto, la pasión por la igualdad es mucho mas fuerte, y si las masas tuvieran que elegir una u otra, sin duda alguna se irían por la igualdad.

Tocqueville, por “libertad”, se refiere a las “libertades”, implicadas en estipulaciones liberales como lo son la seguridad individual, pluralidad de centros de decisión, gobierno representativo, etc. Los fundamentos de estas libertades los debemos de encontrar en las costumbres, prácticas y creencias sociales.

Ahí entra la religión, la cual según Tocqueville, es elemental para generar a hombres libres, pues una religión fuerte combinada con libertades individuales permite que la libertad se desarrolle hasta donde permitan los limites de las sociedades democráticas, las cuales por naturaleza tienden a ser serviles y mediocres.

Si queremos unir a lo grande con lo pequeño, al estado con la familia, necesitamos a lo que Hegel llama sociedad civil, esta cosa que esta en medio, estos cuerpos intermedios. De ahí viene el elogio de Tocqueville para con todos estos grupos pequeños de la sociedad norteamericana. Lo que se encuentra en el centro de esta sociedad, es la iglesia.

Todas estas asociaciones están apoyadas en algo trascendente, la religión. La religión, la iglesia, constituyen el centro. De este moda, la religión apuntala a la política. La solución de Tocqueville es tener mas agrupaciones intermedias, pero que contengan esta idea trascendente y sacra que es la religión. Es importante mencionar que no existe primacía entre ellas, pero todas cuentan con esta misma referencia religiosa.

Esta sociedad civil, de pequeñas asociaciones sacralizadas, es la que tiene que estar en medio, pero con practicas vividas, no con conceptos abstractos. Tiene que funcionar como un conjunto de pequeñas practicas, a través de sentimientos y pasiones, esto es el centro de las democracia moderna, una especie de sentimentalidad.

NIETZCHE:

Ahora, cuando Nietzsche habla de democracia, lo hace hablando de una democracia liberal, la cual, como ya mencionamos con Tocqueville, buscaba entrelazar a la soberanía popular con los derechos fundamentales e inviolables del individuo.

La democracia, para Nietzsche, es categorizada no sólo como un concepto, sino que igual como una época. Nombra cierto período histórico, cierto forma de pensamiento u espíritu que se ubica en un momento específico de la historia occidental. Para el, el movimiento democrático constituye una herencia del movimiento cristiano.

El cristianismo y la democracia hacen del ser humano un ente muy igual, pequeño, sociable y aburrido. Cristianismo y democracia han sido potenciadores de ese carácter sociable y débil que Nietzsche denomina como “la arena de la humanidad”.

Esta cultura de la medianía, la nivelación y la uniformidad es abordada bajo el nombre de “animal de rebaño”, expresión que se usa para caracterizar al humano cristiano y que se torna en pilar del movimiento democrático moderno. Un “animal de rebaño” democrático.

El gobierno democrático, para Nietzsche, rompe con las esferas superior e inferior del gobierno, ya no hay un arriba o un abajo, el gobierno es ahora visto únicamente como el instrumento de la voluntad popular. La democracia marca una ruptura con la manera como se legitimaba tradicionalmente a la autoridad política, es el cristianismo hecho natural.

Antes se veía a la religión como un instrumento útil del estado para poder controlar al pueblo, pero ahora el pueblo acepta a una pluralidad de religiones, y por ende, la religión ya no puede ser usada para fines estatales. El Estado ahora experimenta la ruina de sus cimientos, la democracia moderna representa la decadencia del Estado.

Para Nietzsche, la democracia es como una muralla defensiva, ya que se universaliza y suprime toda alternativa, ya no queda nada fuera de ella. Es estable y permanente, y esto es lo que lo hace una forma de gobierno uniforme, monótona y aburrida. La democracia suprime y encubre a la “voluntad de poder” del hombre le quita vida, y por eso lo nivela y lo vuelve aburrido. Ella se muestra como una superación de todo lo anterior a si misma, y por eso Nietzsche la ve como “una medida profiláctica”.

La democracia nos protege en el sentido de que es como uno de los establecimientos de cuarentena contra la antigua peste de los apetitos tiránicos. Es un remedio útil, es un mal necesario. Si bien Nietzsche la ve como un mal necesario, lo que no le gusta de ella, además de ser “aburrida”, es que tiene un sentido eternizante, y no va con la noción nietzscheana de la temporalidad de las cosas. Para acabar con la tiranía, quizá ella misma se convirtió en tirana.

WEBER:

Ahora entremos al ámbito de Weber. Para este autor, la democracia como tal no tiene nada que ver con un proceso de igualdad en la substancia, de igualdad vista como sociedad homogénea, sino que tiene que ver con una igualdad jurídica. La democracia es en este sentido un régimen en el que las relaciones de dominación se reducen al mínimo, pero no desaparecen del todo.

Para Weber, la democracia pensada como una autonomía, como un pueblo que se da a si mismo sus propias leyes, es errónea, puesto que está convencido que la política siempre es una actividad de minorías o élites. La función de representación es irrelevante por imposible.

Se da un conflicto entre burócrata y político, debido a que la sociedad se ha estado burocratizando progresivamente. La única posibilidad de mantener viva a la política como sí es el tener a un líder político carismático que guíe a la “gran maquina”, un líder que tenga la responsabilidad de establecer los fines, que orientan a todos los medios que ponen a funcionar a la burocracia.

El Estado, el parlamento y los partidos son instituciones que le dan una estabilidad a la estructura política. Luchan por el poder encarnizadamente, pero a su vez, exorcizan la violencia. La democracia posible, la única posible quizá para Weber, es la democracia plebiscitaria. Ante una realidad social sometida a procesos de racionalización, burocratización y masificación, el ideal de la democracia como gobierno de todos se muestra como una utopía, la única democracia posible se vislumbra como la que tiene a un líder carismático y a una masa que tiene fe en el líder, en cuya mezcla se “da la energía necesaria para contrarrestar las tremendas inercias que nos gobiernan”.

SCHMITT:

Carl Schmitt fundamenta su obra en la crítica al liberalismo, pero sobretodo, al parlamentarismo democrático. Lo que critica Schmitt es que las grandes decisiones ya no se toman por debate plural, inclusionista y democrático en el recinto parlamentario, sino que cada vez, de manera más frecuente, el debate ya no esta en los parlamentos. El debate ahora está en los comités de partidos, y todo lo que es el debate público es puro teatro. La disciplina partidaria hace que el parlamento cada vez menos represente a la voluntad popular.

Para Schmitt, el liberalismo ha supuesto la despolitización de la vida pública, ha buscado neutralizar al estado, con el fin de emancipar a la sociedad burguesa. Ha buscado una protección de las libertades burguesas individuales. Para Schmitt, la política debe de ser lo opuesto, debe ser una lucha contra ese liberalismo que disuelve los lazos humanos.

Entonces, la democracia debe de buscar suprimir este liberalismo y a su producto, el estado burgués de derecho. Hay que buscar eliminar la separación entre estado y sociedad, proponiendo un giro hacia un estado total, que difumine la separación.

Este estado total implica la desaparición del dualismo entre estado y sociedad, por lo que los problemas sociales se convierten en problemas estatales. Tal estado sería capaz de reivindicar para el los medios de poder, no permitir en su interior ninguna fuerza enemiga paralizadora y además igual sería capaz de distinguir entre amigos y enemigos.

Para Schmitt, lo importante es quitarle a la democracia cualquier elemento liberal. Por eso, contrapone los principios de libertad e igualdad, y únicamente le da validez al segundo dentro de la democracia. Esta igualdad implica no solo que se trata de manera igual a lo igual, sino que se trata de manera desigual a lo desigual. A la democracia le corresponde lograr lo homogéneo, y eliminar lo heterogéneo.

Hay que acabar con lo desigual, que amenaza a la homogeneidad, pudiendo, sin dejar de ser democracia, excluir a una parte de la población del estado. Para Schmitt, se tiene que elevar a la homogeneidad a la categoría de identidad, la identidad entre gobernantes y gobernados.

Schmitt recurre a Rousseau, y afirma que el contrato social solo puede existir en una sociedad muy homogeneizada. Debe de haber un dirigente que sea Pueblo, que haga que exista una identidad entre ambos. Este es el concepto homogéneo de igualdad que busca Schmitt. El pueblo es portador de poder supremo, pero incapaz de gobernarse. Por esto, el pueblo es igual, pero no es libre,

Para concluir con este artículo de opinión, hay que decir que las posturas entre los distintos autores, sobre la democracia, son muy disímiles, pero a la vez, reconocen al hecho terminante de que la democracia ha llegado para quedarse, y que tiene sus ventajas y sus problemas. Tocqueville privilegia más a la libertad que a la igualdad, Schmitt más a la igualdad que a la libertad. Nietzsche critica “la nivelación social” de la democracia, Weber habla del caudillo que puede mantener a la política democrática viva. Cada uno, desde su trinchera, nos aporta algo acerca de la democracia, ampliando la perspectiva general.

Artículo de opinión por Fernando Alonso Torre Guerra

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