Mi cerebro trata de convencerme
que eres solamente una persona
pero mi corazón
me dice que eres una diosa.
Tus ojos oscuros son un vórtice
en el que me puedo perder infinitamente
Son más bellos
que cualquier piedra preciosa.
Tu voz es más dulce y afinada
que la mejor orquesta
pues llegas a las notas
de manera perfecta.
Tu cara,
más bella que cualquier otra,
Es hipnotizante,
Y cuando sonríes eres brillante
Tus labios presumen
unos dientes preciosos
más blancos y hermosos
que el cuarzo más bello.
Tu cabello radiante
son hilos de luz
que le robaste al sol
para teñir tus finos
y seductores mechones.
Con todas estas cualidades y más,
tú conquistaste y encantaste mi corazón,
Que estaba a la espera de una gobernante.
Desgraciadamente, mi corazón está enfermo
y transformó todos tus encantos
en una maldición.
Cada vez que pienso en ti,
se me acelera el corazón
Pero no de emoción,
pues me pongo nervioso
y no puedo hablarte.
Cada vez que te veo,
mis manos sudan
y me da miedo tocarte
pues no quiero que sientas
repulsión hacia mí.
Cada vez que me hablas,
no puedo responderte,
pues me da miedo
que me malinterpretes.
Cuando no me hablas,
siento que me desprecias.
Cuando me hablas,
siento que es por piedad
a mi pobre alma desesperada.
No quiero abrir la boca en tu presencia,
pues no quiero recitar palabras
que ensuciarían tus inmaculados oídos.
Pienso que soy Ícaro
y tú eres el sol.
Pienso que no soy digno
de estar en tu hermosa presencia,
pues yo soy solamente un simple mortal
y tu eres una primorosa deidad.
Tienes encadenado mi corazón,
me tienes a tu merced.
Soy tu esclavo;
no puedo dejar de pensar en ti,
pues eres la tirana de mi corazón.
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