Las constantes protestas a lo largo de la historia latinoamericana invitan a realizar análisis de los posibles parentescos o factores en común que éstas pueden tener. Chile, Argentina, Colombia, México, Haití, Venezuela y muchos más países que han sufrido de múltiples casos de corrupción, violencia, sistemas políticos y económicos que cuentan con distintos fallos o injusticias que dejan a la mayoría de los ciudadanos en una realidad cruda de la sociedad en la que viven.
Junto a cada persona que abandona su casa con destino marcado en la calle para manifestar su desagrado compartido con miles de otras personas, acompaña la esperanza de un cambio positivo y el deseo de ser escuchados por los oídos del poder. El problema cumbre de esta montaña de irregularidades sociales es que las manifestaciones, en la mayoría de las ocasiones, se tornan agresivas; y como resultado se generaliza a las manifestaciones como un acto de delincuencia, aunque por origen sea todo lo contrario. Por eso mismo se promueve y motiva tanto a que los manifestantes se expresen de manera pacífica o incluso artística.
Aunado a todo lo anterior y de manera un poco obvia después de lo expuesto, la pobreza en América Latina es tan marcada, que en el 2017 llegó a afectar a más de 62 millones de personas. Esto nos deja muy claro en qué tipo de aguas nada una sociedad a la que sus gobiernos deja ahogarse en varias ocasiones.
Siempre habrá personas al mando de otras personas, gracias a que siempre necesitaremos un control racional, pero los manejos dados han dejado fuera del juego a miles de personas discapacitadas económicamente, en educación, y más.
Lo que es seguro es que los ciudadanos latinoamericanos no se quedarán callados ante ningún agravio, y por más piernas que le intenten cortar, el pueblo latino siempre buscará caminar por la vía de la justicia.