Nunca falta la ocasión en que no entiendes el tema de matemáticas, dices que es el
más confuso de todos o que está en
chino. Los que saben chino dirán que está en hebreo u otro idioma. ¿Pies y cabeza? Negativo, es lo único que no le ves al ejercicio. Estás a punto de tirar la toalla cuando, por azares del destino, te ilumina un rayo celestial (o un amigo) y todo cobra sentido. La tormenta cesa, el sol sale, ves todo colorido y el «¡Wow! ¿Todo este tiempo ha sido así?» no puede faltar.
Bueno, quizá en un tema de matemáticas no digas eso, yo nunca lo dije, ¿pero con un libro, una obra? ¡Dios! En contadas ocasiones me he encontrado con obras que me
hagan pensar y me dejen al final en un estado que hemos decidido llamar —una amiga y yo—
«estado de iluminación». A mi gusto, es el momento más gratificante de la lectura, cuando todo cobra sentido y los hechos literarios te vuelan la mente. Explota y «¡WOW!».
La primera vez que viví este «
estado de iluminación» fue cuando leí por segunda ocasión
«Aura» de Carlos Fuentes. Tenía que hacer una reporte de lectura para la clase de Literatura Mexicana y me empeñé en hacerlo bien, lo que se traduce como
Olivia agarró una pluma y se dedicó a marcar en el libro las pistas que servían para descifrar el misterio.
El pensamiento nos encubre, nos disfraza, nos hace mentir, vivir, morir.
Sucedió otra vez, por fin, con Vlad de Teresa Marichal. Vale decir que no me entusiasmaba en lo más mínimo leer un monólogo, o cualquier obra teatral en realidad, siempre me he definido como una persona de novelas, un monólogo se antojaba como una comida exótica y muy pesada.
De crítica y personajes en Vlad…
Nos situamos en un circo, justo al inicio, cuando Vlad entra a la carpa a dar la bienvenida y se presenta a sí mismo y a sus compañeros, también habla de su tierra: Puerto Rico, refiriéndose a ella como
isla del encanto, un manicomio. Podemos leer una crítica social bastante dura en la que se denuncia la desigualdad y falta de valores humanos. Las personas se animan las unas a las otras a hacer cosas que los dañan y se dejan llevar por lo mundano de las modas. Pretenden ser quienes no son y ocultan su verdadera identidad, además de ser mucha lengua y cobardes. Aquellos catalogados como «rebeldes» no terminan bien, si saben a lo que me refiero…
En cierto punto, Vlad se refiere a Estados Unidos (
Navy) como una tentadora salvación que esclaviza bajo la promesa de libertad y abundancia, aspectos que faltan, que añoran. También nos habla de la guerra y su calidad de
negocio más lucrativo. No… su crítica toca tantos puntos que me es imposible nombrarlos todos, en serio, vale la pena leerlo porque su vigencia sigue en pie y no aplica sólo para Puerto Rico, sino para el mundo entero.
«Hay espectadores de espectáculos y hay espectadores de la vida.»
El escenario es la pista de la carpa, nunca nos movemos de ahí, y tenemos tres personajes: Vlad, Lucrecia e Ícaro, además de un ente viviente llamado Clocló. Cada uno te cuenta desde su perspectiva de la historia, que de la misma forma complementa la información de cada uno, pero no lo hace en orden y te da pequeñas pistas que debes unir para tener una imagen global.
En el proceso se da todo este monólogo en el nos enteramos del gran amor de Vlad: Lucrecia. Entonces llegó la frase que me dio el primer golpe…
«Lucrecia, ¿por qué tuviste que matar a Vlad? ¿Por qué?»
Aquí me quedé con cara de
«what?», releí pensando que había escuchado mal, porque nos encontrábamos haciendo una lectura de atril, pero no, estaba textual. Al poco tiempo, Vlad se transforma en Lucrecia y nos cuenta su parte de la historia, nos habla de Vald y la naturaleza hechizante de la que ella fue víctima. Me pareció que Lucrecia empieza a perder la cabeza alrededor de esta parte, se altera y comienza a transformarse en Ícaro, a quien definiría como una persona resentida que amaba a quien le hacía daño, vaya masoquismo.
Sin embargo, pronto te das cuenta de que todos,
todos, están muertos. ¿Lo más intrigante? Uno mató al otro. Dado que esta historia no se cuenta en orden, pasas un tiempo organizando la cronología de los sucesos hasta que todo queda claro y te quieres dar un tiro, porque… ¿quién está contando los hechos? Sólo queda un personaje que cobra relevancia hasta la última línea del monólogo y sólo lo mencionaron «de paso» al momento de presentar a los integrantes del circo.
«Pensar es algo tan divertido, sobre todo cuando no se lleva a cabo lo que se piensa.»
Cualquier persona que me conoce sabe que Vlad me encantó al grado de recomendarlo por todos lados. Aunque tiene alrededor de 10 páginas, su habilidad para atraparte es abismal, más si eres un asiduo lector de misterios e historias que parecen un puzzle gigante. Así que si tienes la oportunidad de leerlo, ¡no la dejes pasar!