La infancia en mi cabeza fue como cuando aparecen los créditos de una de esas películas de Marvel con una producción inmensa que desde que aparece la última imagen en pantalla y comienzan las letras, parece no tener fin ya que no esperas que termine rápido y no te preocupas por cuánto tiempo va a durar.
Pero bueno… la realidad es aún mas compleja que la ficción.
Llega la adolescencia pero es una etapa confusa, estás muy grande para ciertas cosas pero para otras ya se te pasó la vida y pasó volando. Especialmente, la parte que más vale la pena vivir.
Cometemos errores, nos hacemos los “tontos” pero por favor… Sabemos exactamente qué estamos haciendo, de hecho, creemos haber madurado lo suficiente.
Y sí, parecía lejano, sin embargo, un día tienes veinte y es ese momento en la sala de cine que reflexionas la película que acabas de ver.
Te quedas con lo visto, lo vivido y lo aprendido aunque aún falten muchas películas por ver. Es ahora que sí te preocupas y piensas en qué cenarás después, qué pendientes tienes antes de llegar a casa o incluso preguntarte si tu perro ya comió.
De esa manera es esperar para que llegue la verdadera etapa adulta, aunque considero que no hay nada más adolescente que tener veintitantos. Vives los días momento a momento, el mundo sigue siendo enorme pero ya no eterno, entonces de pronto te dan unas ganas por comerte al mundo, por no querer que se te escape un solo segundo y quede perdido por siempre.
Para mí, una de las cosas mas difíciles de la vida ha sido aceptar y entender la temporalidad de las cosas, de los momentos, de las personas.
Tal como uno de mis libros favoritos “da en el clavo” con lo que intento explicar
“Es una ansiedad de vida, de demasiada vida, de esa que casi no cabe por imposible”
Tenemos veinte, pero de vez en cuando nos gusta ver series con personajes de 15 años o esas películas de amor adolescente, aquellos “High school dramas” o los clásicos, cursis y rosas “chick flicks”, incluso ponerle “shuffle” a ese playlist de verano 2014 que encontraste.
Te emociona volver a sentir y escuchar las canciones que tanto disfrutaste o cuando lloraste con tus amigos cuando apenas te adentrabas a comprar los boletos de cine para esa película que es tu vida.
Y admito que canto en el coche de regreso a casa canciones de Taylor Swift y las disfruto aún más que cuando tuve 15.
“Baby we’re the new romantics
Come on, come along with me
Heartbreak is the national anthem
We sing it proudly
We are too busy dancing
To get knocked off our feet
Baby, we’re the new romantics
The best people in life are free”
Mejor explicado, imposible.
Son etapas, todo cambia, las heridas eventualmente cierran pero se aprende de las que permanecen.
Creo que nuestro error es mirar lo de ayer con ojos de hoy, querer todo igual, cuando ya no somos los mismos, las oportunidades no nos tocan a la puerta después de una primera vez, así como los abrazos que no se dan de la misma manera dos veces.
Recordar es vivir, es el idioma de los sentimientos.
Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».
¡Gran artículo! Definitivamente todos los jóvenes nos hemos llegado a sentir parecido.
WOW. Me gusto muchísimo tu escrito, en cierto punto pude sentir ese mismo sentimiento de que a medida vamos creciendo las cosas van pasando. Hay veces en las cuales queremos volver atrás o ver las cosas como eran antes, pero es imposible, eso es lo lindo de crecer.
Me encantó la reflexión sobre esta etapa de la vida Romina. Ya no quiero cumplir 20 ¡felicidades!
Me gustó muchísimo Romi, definitivamente te hace reflexionar sobre la juventud y lo que haz hecho con el tiempo que has vivido.
Creo que cada etapa de la vida tiene sus desafíos, pero también sus cosas buenas y disfrutables.
EXPLOTÉ, ya que es cierto. Hoy en día veo cosas que hablan sobre la vida de personas más chicas que yo y me siento identificado. En la adolescencia no valoraba eso y estaba pasando por todos esos cambios.