En 1908, algo cayó del cielo en Tunguska, Rusia, e hizo un agujero en el bosque. Algunos dicen que el cielo hizo contacto con la tierra, otros indicaron que fue un asteroide y se desintegró al toparse con el suelo.
Pero, lo cierto es que hubo un meteorito… y ocurrió algo muy extraño. El meteorito cortó todos los árboles en un círculo perfecto. Este evento se conoce como el «Bólido de Tunguska», por su parte, el gobierno ruso no pudo hacer nada en ese momento.
Posteriormente, inició la primera guerra mundial, la cual duró casi cinco años. Después de la guerra, el gobierno soviético decidió enviar una expedición, pero no se llevó a cabo hasta 13 años después. El gobierno fue reservado con la información que tenían.
Luego, en 2019 un chino de Wuhan llamado Liu Chan, de 48 años, quien era un explorador muy curioso, había examinado el bosque suicida de Aokigahara, Japón. Liu estudió la historia rusa y vio que faltaba algo en el bosque de Tunguska. Se propuso examinar la zona de Tunguska y enseguida quiso ir allá para ver qué pasaba. Liu empezó a pensar en cómo podía llegar hasta allí, pero la única manera era en helicóptero.
En ese sentido, Liu informó al gobierno Ruso y éste accedió a llevarle a Tunguska. Cuando llegó quedó impresionado por lo hermoso que era, vio el círculo deforestado y dijo que nunca había observado nada igual.
Chan, a su vez, empezó a buscar dentro del círculo y lo único que encontró fue pequeñas porciones de ceniza. Pasó el primer día y decidió ir a explorar fuera del círculo donde no estaba deforestado.
Seguidamente, llegó a la conclusión de que esos árboles formaban parte del círculo y trató de buscar entre ellos para ver si había algo, pero hasta el momento no había encontrado nada. El segundo día continuó la búsqueda hasta que encontró un enorme árbol caído. Ese árbol cubría un mini cráter que intentó mover pero fue imposible. Entonces recurrió a un método que había aprendido antes, que consistía en atar los árboles y utilizar su fuerza para mover cosas pesadas.
Una vez retirado el árbol, encontró el mini cráter, en el que sólo había una piedra con forma de meteorito. Luego fue a comer y no se lavó las manos, esto lo llevó al virus que en un futuro cercano se llamaría COVID-19.
Inmediatamente, notó la enfermedad que había contraído y decidió regresar a su casa en Wuhan. Al principio, los médicos pensaron que podría ser una gripe fuerte, pero luego infectó a mucha gente y se convirtió en un virus muy peligroso. No sabían cómo tratarlo porque ese virus venía del espacio.
Al cabo de varias semanas, la mitad de la población mundial estaba infectada y aún no se había descubierto la cura. Fue hasta que un científico salvadoreño llamado Alejandro Denys llegó a la conclusión de que si la enfermedad venía del espacio, la cura podría encontrarse en el propio espacio.
Propuso a la NASA hacer una expedición científica al espacio. Le dejaron ir pero no se hicieron responsables de lo que le ocurriera, el científico se arriesgó a la aventura de ir con su equipo. Lo inimaginable fue que un hombre de Wuhan pidió ir con ellos: Liu Chan.
El tiempo en el espacio fue efímero, pues, apenas estuvieron por 60 días. En el primer mes estudiaron las diferentes sustancias del espacio, y en el segundo mes combinaron una sustancia con otra y la probaron en Liu. Esperaron 3 días y Liu se curó. Cuando llegó el momento de aterrizar, ya no estaban en el cohete: se perdieron en el espacio
Una mujer llamada Vanessa Smith, científica en San Francisco de 36 años, muy inteligente, había creado muchos prototipos de ojos robóticos para que los ciegos pudieran ver. Estaba muy concentrada en lo que hacía y si quería hacer algo no paraba hasta conseguirlo. Su padre era un físico matemático que murió de COVID-19.
Dicho acontecimiento la motivó para buscar una cura para el virus. Se esforzó mucho en sus estudios médicos, aunque no pudo encontrar la cura. Vanessa en ese momento se había dado por vencida y al mismo tiempo estaba decepcionada de sí misma, nadie volvió a saber de ella, hasta que tuvo una gran idea.
La teoría de Vanessa era revisar el cohete para ver si había algo que pudiera ayudarles. Viajó a Houston, lugar donde despegaron y aterrizaron los científicos, ella preguntó si podía ver el interior de la nave. Los trabajadores de la NASA le dijeron que no, que no iba a encontrar nada, pero ella siguió insistiendo hasta que la dejaron pasar. Llevaba un prototipo creado por ella que identificaba el virus.
Cuando entró a la nave, pudo mirar una roca debajo de un asiento del cohete, Vanessa escaneó rápidamente la roca y estaba llena de virus. En la punta del cohete había una pequeña ventana, ella la abrió y vio algunos productos químicos dentro.
Llevó esas muestras a su laboratorio e intentó hacer mezclas químicas con ellas para ver si podía encontrar una cura, pero no tuvo éxito. Se le ocurrió mezclar las dos sustancias que había encontrado, tenía un alto riesgo, ya que no sabía qué tipo de sustancias eran. Vanessa decidió hacerlo y cuando lo hizo lo probó con la piedra y vio que la piedra ya no tenía el virus. En ese momento, Vanessa respiró profundamente y así desapareció el virus.
El final…
Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».