Por Eva Santos.
Por todas partes se escucha, lee y comenta el tema de la comunidad michoacana La Nueva Jerusalén. Claro, ésta barbarie no puede pasar desapercibida y es merecedora de espacios televisivos, primeras planas, horarios radiofónicos estelares para analizar todas las posibles aristas de la situación.
Sin embargo, hay una gran protuberancia sobre este tema que no se ha comentado en los medios. Esta noticia y su exhaustiva cobertura mediática llegan justo en el momento en el que se da a conocer el equipo de trabajo del futuro presidente, en el que se llevan a cabo los diferentes informes de gobierno, en el que se dan a la fuga tantos millones de pesos tras la salida de los gobernadores. En fin, momento crucial en el que la opinión política del país pende de un hilo. ¿Casualidad?
La Nueva Jerusalén no surgió de un día para otro. Es una comunidad que lleva años funcionando. Tampoco es la única de su calaña en el país -los Chamulas en Chiapas, por ejemplo-. Entonces, pregunto: ¿Cuál es el motivo fundamental de darle tanto realce, de rumiar una y otra vez los mismos hechos? Estamos siendo víctimas del juego político-mediático, en el que para ellos es un «ganar-ganar» y para la sociedad es un «perder-perder». Ganar audiencia, vender la noticia, a costa de seguir engañando a la población, de colaborar con la corrupción, de degradar la esencia misma de los medios de comunicación que existen por y para la sociedad.
No es la primera vez que se desvía de esta manera la atención pública. El chupacabras, aparecido al final del sexenio de Salinas de Gortari; el caso Paulette empezando Peña Nieto su gubernatura; la boda de Eugenio Derbez y Alessandra Rosado, transmitida casi como si fuera una boda real, al mismo tiempo que se realizaba en el Estado de México la «Megamarcha contra la imposición».
De acuerdo a la fundación Freedom House, México es considerado un país «parcialmente libre» y, en concreto, el acceso a la información es estipulada como «no libre». Estas pantallas de humo, estas estrategias maquinadas por mafias mediáticas confirman los estudios hechos por el mencionado organismo, que corresponde a las diferentes protestas realizadas en todo el país durante los últimos meses. Nos hemos dado cuenta de que juzgamos el acontecer diario bajo el mismo lente: el del monopolio mediático.
¿Culpa de los medios por prestarse a tal violación de la ética profesional, que dicta que hay que presentar los hechos de manera objetiva? ¿Culpa del gobierno por recurrir a estas prácticas sucias? ¿Culpa de la sociedad por caer una y otra vez en las mismas trampas? No es cuestión de echarle la culpa a nadie. Es cuestión de empezar por ser conscientes de la realidad y de exigir unos medios de comunicación objetivos, justos y éticos, que es por ende nuestro derecho.