Cuando uno ve las fotografías del artista chino Zhang Peng, se disparan una serie de sentimientos contradictorios, por una parte estamos ante una obra llena de colorido, estética y discurso social, y por otro, ver a una serie de niñas representando roles de adultos sociópatas, nos crea desasosiego, tristeza, pero también morbo, porque lo que es cierto es que una vez que te topas con una de estas imágenes resulta casi imposible dejar de verla. Cada detalle dice algo, los encuadres, el vestuario y los escenarios son parte integral de estas fotografías que han causado sensación entre los críticos de arte, quienes las consideran como un claro ejemplo de la ruptura entre la China tradicional y la moderna.
El tema de sus creaciones es producto de situaciones personales que Zhang Peng experimentó, tuvo una infancia aterradora, sus padres peleaban constantemente por problemas económicos y él solía esconderse en algún lugar de la casa intentando desaparecer. Encontró en el arte una válvula de escape, se graduó de la secundaria de arte Wu Zuo Ren en Beijing, en 2001, y continúo sus estudios en la Academia Central de Bellas Artes, de la que se graduó en 2005. Sus primeros trabajos son en óleo y poco a poco fue cambiando a la fotografía que se ha convertido en un vehículo excelente mediante el cual puede expresar el dolor, la vulnerabilidad y crear en el espectador cierta inquietud y desconcierto.
Pertenece a la generación de artistas jóvenes que nacieron en China después de 1980, él tiene 32 años y creció en medio de la trasformación social después de la revolución cultural china. A pesar de que existían varias reformas, tuvo gran influencia de las generaciones que todavía vivieron el socialismo no sólo en el ámbito social, sino también en el educativo y a la vez se enfrentaron al repentino cambio de sistema político, social y económico, con la apertura del mercado. De ahí que su arte refleja una actitud reflexiva del entorno, además ha creado una manera única para enviar sus mensajes críticos de forma sofisticada. «La memoria, la influencia de mi entorno familiar y escolar construyeron los cimientos de mi arte», afirma Peng.
Estética distorsionada
En su obra existe una constante: la tristeza. Este sentimiento lo sabe reflejar muy bien porque Zhang es un artista que se la pasa observando al mundo para lograr captar las verdades y contradicciones de los seres humanos. Otra situación que le preocupa es la opresión que se infringe contra los niños, aunado a la gran importancia que se le da a los bienes materiales, dejando de lado las tradiciones y valores. “Los padres esperan que sus hijos tengan alguna habilidad y luego los obligan a desarrollarla. Durante el transcurso de su crecimiento, el carácter del niño está distorsionado por las presiones indebidas de sus padres y la escuela. Las apariencias de mis figuras derivan entre personas reales y muñecas. La imagen es estética pero también quiere reforzar el fuerte sentido de la distorsión. “, menciona Peng. Es por eso que las niñas a las que recurre como modelos son transformadas con joyas, maquillaje y vestuario que las muestra como seres que han perdido la inocencia y aunque no lloran expresan una sensación de profunda desolación. «Muchas cosas bellas que ves no son reales. Lo qué hay debajo de la belleza y la magnificencia es un interminable dolor que nadie conoce.”
Tanto en su obra pictórica como en la fotográfica, el color rojo está presente, desde flores hasta sangre. «El rojo simboliza China. A medida que la economía nacional crece, cada individuo dentro de ella se vuelve relativamente pequeño», afirma Peng. En su trabajo integra varias expresiones artísticas: pintura, fotografía y cine. También tiene algunas creaciones en blanco y negro y aun así se puede ver el color rojo implícito lo que le brinda mayor brutalidad.
A pesar de ser un artista joven, ya cuenta con varias exposiciones tanto colectivas como individuales, en Singapur, Beijing. Alemania, Taiwán, y la más reciente en Nueva York.