Mercados, gente y vida (crónica)

Mercados, gente y vida (crónica)

En el marco de la asignatura ‘Comunicación Integral’, impartida por el profesor Carlos Pérez Várguez, alumnos de la Escuela de Comunicación de la Anáhuac Mayab realizaron una visita al mercado de ‘San Benito’ para llevar a cabo un ejercicio de crónica. A continuación, se presenta el trabajo de Isabelina Ibarra, alumna del séptimo semestre de la carrera.

El reloj marcaba las 5:00 PM. Era la señal. Mi aventura por el Centro de Mérida comenzaría.

Cabe mencionar que me considero una persona amante del centro. Mis restaurantes favoritos están en Santa Lucía, me fascina irme a los parques a leer de un buen libro con un café artesanal o simplemente caminar y ver toda la vida que hay para observar en sus calles, y aunque definitivamente no soy fan de los lugares que alberguen muchas personas, y mucho menos que esas personas estén gritando infinidad de cosas al mismo tiempo, me propuse ver el otro lado de ese “caos”.

5:15 PM. Dejamos nuestros coches en el estacionamiento ‘El Esfuerzo’ ubicado en la calle 60. El ritmo de nuestro caminar era marcado por las folclóricas canciones de los Ángeles azules, Súper Lamas y otros grupos que son el alma de las estrechas calles de la zona.

En las calles alternas a los mercados podías encontrarte de todo, literalmente: peluquerías, tiendas de abarrotes, tiendas de ropa, calzado, dulcerías, y lo que no falta en cada esquina: las cantinas. En este caso, la que me llamó atención por el nombre fue el ‘Polo Sur’. Muy creativo nombrar así a una cantina en Mérida, donde siempre se vive a 38 grados.

Y ahora sí, llegó el momento de la verdad, entramos al primer mercado, el ‘Cecilio Chi’. Para entrar, pasamos en medio de un estrecho pasillo en donde las paredes eran prendas de vestir, ropa interior y accesorios en su mayoría. Las mujeres que atendían parecían tener un guión porque todas decían: «¿Qué busca?, ¿qué quiere?, pregunte». Eran como un coro, y justamente en medio del mercado, a mi lado izquierdo, había un bar. Dos señores se nos quedaron viendo fijamente por lo que decidí acelerar el paso, pero mi compañera de salón no pudo escapar de la mirada y le mandaron un beso tronado.

Después de esa experiencia muy chistosa, al menos para mí, recorrimos una zona donde habían joyeros, condimentos y hasta un puesto que vendía puras cosas de santería. Por fin, vi la luz al final del túnel, y no, no estaba muerta, al contrario, ya habíamos logrado llegar al final del ‘Cecilio Chi’. Allí nos quedamos un rato platicando porque había empezado a llover, y si normalmente el centro es un poco caótico, con lluvia es peor y a las 5:50 PM es la hora de salida del trabajo. Nos detuvimos unos 10 minutos.

En punto de las 6:00 PM, emprendimos otra vez el camino. Nuestra ubicación: calle 65 y 69 por 56 A, números que albergan el famoso mercado ‘Lucas de Gálvez’. Mi primera parada fue en la heladería ‘El Coralito’, la cual lleva 67 años abierta y donde disfruté de un delicioso helado de coco por 15 pesos. Nos fuimos adentrando y la verdad, aunque ya dije que no me gustan los lugares donde hay mucha gente, debo aceptar que me pareció fascinante la forma en que funciona el mercado. Te pierdes en los diferentes sonidos y bullicios, mayormente en maya.

En el centro del mercado pude comprar miel de abeja a $25 pesos, Definitivamente empecé a amar el ‘Lucas de Gálvez’.  Los precios son increíblemente bajos y puedes encontrar lo que sea. Más allá de la suciedad y el desorden que puede llegar a haber, está lleno de color, vida e historias.

La mayor parte del tiempo en el que recorrimos los pasillos no me sentí muy bienvenida que digamos. La gente nos miraba raro. Nos veía de pies a cabeza y luego murmuraban cosas en maya, las cuales, no entendí, pero no creo que hayan sido buenas. Sentí que estaba invadiendo su espacio. No sé, es un sentimiento difícil de explica. De hecho, varias personas me dijeron: «¿Estás perdida?» ¿Qué haces aquí?»

Llegamos a una parte en la que los pasillos se hacían aún más estrechos. Ahí pude comprar una bolsa de chiles habaneros a 20 pesos, lo cual me impactó porque traía más de 20 chiles la bolsa. El kilo estaba a $60 pesos cuando en los supermercados u otras tiendas cuesta hasta $90. Todo me parecía una ganga, y lo mejor es que no sacrificas calidad por precio, al contrario, todo es más fresco. Ya de salida, nos topamos con varios puestos que se dedican a la compra y venta de revistas, libros, periódicos, cómics… hay cientos de ellos apilados y claro, no podían faltar las historias de vaqueros y camioneros…ya saben a qué me refiero.

Terminamos el recorrido por el Lucas de Gálvez y cruzamos a la calle 56 en donde está la cantina más pequeña en Mérida, literalmente minúscula. Se llama “La Costa”, y  aunque no entramos, desde afuera se podía alcanzar a ver que sólo hay como tres o cuatro mesas máximo. En la misma calle se encontraban muchos vendedores ambulantes, puestos de comida, y como siempre, muchas personas caminando apresuradamente para llegar al camión.

Nuestra siguiente parada es, nada más y nada menos, que el mercado de San Benito, ubicado en la 69 por 54 y 56. Su infraestructura es mucho más nueva que la de los otros que visitamos y tiene tres pisos.

La primera planta es la que cuenta con más locales en funcionamiento. Todo es de color gris y también es el más limpio y ordenado. Puedes encontrar desde ropa, artículos de limpieza, zapatos, remedios medicinales, juguetes, comida, hasta frutas y verduras. Era la hora de irnos, ya afuera de San Benito se pueden ver muchos puestos de comida y también “casinos”, es decir, máquinas donde la gente estaba jugando y probando su suerte.

Ya se estaba haciendo tarde, así que nos dirigimos al mercado de artesanías municipal, el cual estaba vacío: ni siquiera habían personas atendiendo los puestos, pero, eso sí, habían cosas hermosas: ternos, guayaberas, artesanías de barro, mochilas tejidas, hamacas y todo lo que caracteriza al hermoso estado de Yucatán.

El reloj marcaba las 6:30 y nos dirigimos de regreso a “El Esfuerzo”, y vaya que el nombre del estacionamiento se relacionó con mi aventura en el mercado. Al principio fue un “esfuerzo” ir y ver como dentro de Mérida existen otras formas de comprar. Al final fue una experiencia única y que definitivamente estoy dispuesta a realizar otra vez.

El centro de Mérida es el escenario perfecto para ver historias, conocer personas y sobre todo vivir experiencias diferentes. Yo me quedo con las calles, los sonidos y la gente que hace que todo cobre vida.

Fuente de imagen: http://sipse.com/milenio/enigmas-fantasmas-nino-y-ahorcado-mercado-san-benito-merida-108028.html

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