Los estadounidenses Steven Naifeh y Gregory White Smith, ganadores del premio Pulitzer en 1990, han causado polémica con la nueva biografía sobre Vincent Van Gogh, que fue publicada el 17 de octubre de este año. La biografía sostiene que de acuerdo con nuevas investigaciones y testimonios, el artista no se suicidó, sino que fue víctima de una bala perdida, disparada accidentalmente por un adolescente que residía en la localidad francesa de Auvers-sur-Oise, todo esto ocurrido en el año de 1890.
Ésta y muchas otras revelaciones están contenidas en “Van Gogh: La Vida”, cuyo nacimiento fue posible gracias a más de una década de investigaciones sobre el artista holandés, en conjunto con la colaboración de instituciones como el museo Van Gogh de Amsterdam.
El trágico suceso fue descubierto al estudiar miles de documentos y libros que guardaban relación con el pintor. Según el libro, fue René Secrétan, un joven de 16 años quien veraneaba en un campo de trigo en el cual Van Gogh solía pintar. Secrétan estaba obsesionado con el Lejano Oeste, por lo que llevaba consigo un arma de calibre 380, con la cual acabó accidentalmente con la vida del pintor.
De acuerdo con la biografía, Van Gogh, después de ser alcanzado por la bala, se tambaleó hacia la posada Ravoux en donde se alojaba, sólo para morir 30 horas después. Cuando alguien le preguntó si se había querido suicidar, el artista respondió vagamente: “creo que sí”. Los autores de la biografía opinan que lo dijo para defender a Secrétan y a su hermano, quien también estaba presente el día del accidente.
Tanto Van Gogh, quien calificaba al suicidio como algo “cobarde” en sus cartas, como el ángulo inusual en que entró la bala en su cuerpo, dan pie a creer que la nueva teoría es viable. Otra supuesta prueba hallada por los autores, es un texto del escritor Wilfred Arnold en el cual se narra que un historiador de arte habría dicho que visitó la tierra natal de Van Gogh en el siglo XX, y había oído el rumor de que el pintor había sido disparado accidentalmente por dos jóvenes, asumiendo la culpa para protegerlos. Pero como dicen los autores Naifeh y White, “nadie sabe realmente lo que ocurrió”.