Por: Tania Bóquer
El gobierno parece estar más decidido que nunca, a extraditar a Assange.
Recientemente se dio a conocer, de manera accidental, el plan secreto que tiene la guardia británica para detener a Julian Assange “a como de lugar”, en caso de poner un pie fuera de la embajada ecuatoriana en la que reside desde el pasado 19 de junio.
Assange dijo (a través de su abogado) estar dispuesto a enfrentar su juicio en Suecia, bajo la garantía de no ser entregado a Estado Unidos. Ante la posibilidad de tal evento, el país nórdico hizo saber que su extradición a EE.UU estaría sujeta a ciertas condiciones, una de las cuales asegura su protección contra la pena de muerte. Sin embargo, hasta no establecer una negociación, Assange no parece estar dispuesto a ceder.
En los pasados días, se informó que el Primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, puso en marcha una estrategia diplomática que tiene como fin exponer a los países latinoamericanos su firme postura respecto al caso de Assange. Según los hechos, el Primer ministro británico envió cartas escritas, así como correos electrónicos, a los países de América Latina en los cuales expresaba que “Gran Bretaña estaba cumpliendo con su deber con la ley internacional”. El interés del país europeo por fortalecer y establecer nuevos lazos con países latinoamericanos, es lo que presuntamente puso en marcha esta estrategia.
Del caso surgen muchas interrogantes que han sido motivo de especulación entre numerosos analistas políticos, diplomáticos y defensores de los derechos humanos: ¿Qué interés tiene Ecuador de ayudar a Assange? Y ¿Cuál es el motivo de tanta insistencia, por parte de Inglaterra, de colaborar con EE.UU y Suecia? sin embargo, aún permanecen irresueltas.
