Por: Patricia Esquivel.
Ocurrió hace apenas unos meses, y mi vida cambió. Mi mejor amigo, mi cómplice y mi compañía, murió. Siempre lo amaré, nunca dejará mi corazón porque cada recuerdo con él es un retrato pintado en mi mente.
Fue una mañana de Abril cuando llegó “Bochito” a mi vida. Me acuerdo que estaba en mi casa jugando con mi primo, cuando de repente tocaron la puerta. Al abrirla vi al veterinario, un señor amigo de nosotros, que tenía en sus manos una camada de Beagles bebés. Cada uno se nosotros, tanto mi mamá como mi primo y yo, tomamos a un cachorrito en nuestras manos. El perrito que yo cargué era “Bochito” y me lo quedé porque sin querer se me resbaló y me dio pena regresarlo. La verdad, nunca me arrepentiré de habérmelo quedado.
Siempre se ha dicho que el perro es “el mejor amigo del hombre”, y es verdad. Un perro se vuelve en mucho más que un amigo, es tu todo, es el único que estará a tu lado estés enojado, triste o feliz. Cuando ni siquiera tus papás te aguanten, ahí estará él. Fiel y noble, como siempre. Sin buscar nada a cambio, más que un ocasional abrazo y tu cariño. Eso era Bochito para mí, la más grande compañía, mi cajita de secretos y cómplice. Me acompañaba a todos los viajes, a donde quiera que fuera, mi cachorrito siempre iba conmigo.
Ese día que murió, amanecimos dos veces. Debimos de haber despertado solo una. Bochito ya era un perro de 11 años de edad. Digamos que estuvo conmigo durante un proceso de cambios en mi vida, donde lo único que siempre se conservo igual fue él. Me daba la seguridad que necesitaba para seguir adelante. Aquella mañana él ya estaba muy mal. Todo el día tosía y se arrimaba hecho bolita y temblando para que lo apapacharas. Pareciera que se esperó a que llegara mi papá para despedirse de él y entonces morir en paz. Los tres, mi mamá, mi papá y yo lo abrazamos, y murió en nuestros abrazos, mientras le agradecimos todos los años de felicidad y la serenidad que nos daba día a día.
De todas las pérdidas que he tenido, perder a mi cachorrito, a mi mejor amigo, ha sido la más grande. Aun ahora que ya no forma parte de mi vida físicamente, me quedo con su mayor enseñanza de amor incondicional y como dice el famoso libro Love you Forever de Robert N. Munsch, “I’ll love you forever, I’ll like you for always, as long as I’m living my baby you’ll be”.