¿Y qué con los equipos perdedores? (Columna)

¿Y qué con los equipos perdedores? (Columna)

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Tengo que admitirlo, me encanta competir, y más aún, me encanta ganar.  Sea cual sea el reto, desde  un juego de mesa hasta un partido ¿Videojuegos? Va ¿Quién aguanta la respiración más tiempo? Seguro paso el minuto ¿Tú lo haces? A que me sale mejor.

Es mi modus operandi, simplemente no puedo evitarlo. Aunque en la mayoría de las ocasiones, intento ocultarlo, nada es más reconfortante que celebrar un victoria, después de todo, ¿quién me puede culpar? Este mundo se rige por la competencia, o al menos, eso nos enseñan en la escuela ¿Les suena “sistema de competencias”?

Al apoyar a un equipo, sin importar el deporte a que éste pertenezca,  usamos la misma premisa, tomamos sus victorias como nuestras, intercambiamos entrega por satisfacción.

Por estos motivos, es común escuchar gente que  apoya a los Red Sox, Yankees, Madrid, Dallas, Lakers, etc. Es reconfortante festejar, y qué mejor que festejar seguido. Al menos yo, no conozco a alguien que se emocione por un partido de los Tecos, pero seguramente debe haber.

Esto último me hace reflexionar ¿por qué apoyar a equipos mediocres? Después de pensarlo, identifique tres de las razones por las cuales se elige a un equipo malo, ya que después de todo, las 30 personas que van a un Necaxa o a un Atlante no pueden ser todos familiares de los jugadores.

La primera, por herencia: es el caso de mucho de nosotros. Nuestros padres, aficionados al deporte y en algunos casos practicantes, nos inculcan, desde temprana edad, el amor y la pasión que ellos brindan a los colores de un equipo. En estos casos, los equipos suelen ser legendarios, con un  pasado basto y años de gloria. Madrid, 49´s, Yankees, Celtics. Ante este caso, es muy difícil deslindarse de la franela, sobre todo si tu padre le va al América y tú te decides por la Chivas. Sonara así el soundtrack del rey león 2 ¡Deshonra! ¡Desgracia! ¡Desheredado!

La segunda es por ubicación geográfica: de esta causalidad viene la afición de equipos como los Indios de Cleveland y Cubs de Chicago. ¡Ah! Los pobres Cubs, quienes pensaron que tendrían un futuro brillante cuando alcanzaron el título de forma consecutiva en 1907 – 08, solamente para quedarse sin nada los siguientes 105 años.  Así, verdaderos fanáticos vivieron sin verlos alzar el cetro mundial. Por eso hay que reconocer a esta afición porque no importa qué tan fuerte sea la sequía, ellos se sentarán a esperar con vaso en mano. No les queda de otra.

Tercera, enamoramiento: éste último es mi favorito. El enamoramiento comprende un lapso en el que la relación equipo afición es próspera, se encuentran llenos de júbilo por las repentinas actuaciones del equipo. Todo parece  perfecto, los partidos se juegan, el equipo funciona, los fans abarrotan los estadios, todo es perfecto, pero el detalle está en el lapso.

¿Ejemplos? Sobran ¿Recuerdan aquel Pachuca de hace unos seis años? “¡El equipo de México!” decían, y se alzaba con la sudamericana y el torneo de liga ¡Grande entre los grandes! afirmaban. Incluso hubo gente que se declaró oficialmente tuzo y todos soñaban con ser Chitiva y Calero ¡El Pipino! Gritaban ¿Y luego? Ya. El enamoramiento es así, un lapso de felicidad absoluta que está destinado a irse, casi tan rápido como llegó ¿Y los seguidores? Los seguidores negarán el haber apoyado a los equipos como si jamás hubiese pasado. Así esconderán su camisa de fanático al fondo del clóset, a un lado del kit de ejercicio.

Así como estos hay más en el pasado y en el presente. Sí, estamos en el derecho de seguir a quien queramos. Tenemos el derecho de cantar sus victorias como nuestras y sufrir las derrotas como propias.

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