Todos podemos vender
simulacros de nuestra confianza,
de nuestra amistad y
de nuestro amor.
Todos podemos convencer
a otros de que confiamos en ellos,
de que son nuestros amigos y
de que los amamos.
También, todos podemos ser
engañados por otros,
ser lastimados por otros y
ser traicionados por otros.
Pero existe un Dios benevolente,
y Él no permite que esto pase siempre.
Nos bendice con regalos que
ni el más rico pudiera comprar.
Existen personas verdaderas,
que muestran su cara y miran la tuya;
personas que no tienen puestas máscaras.
Se exponen a ti y tú te expones a ellos.
Te dan su corazón y
tú les puedes dar el tuyo,
porque existe un vínculo de
confianza, amistad y amor.
Son aquellos los que, de verdad,
son personas y
no falsos personajes.
Son aquellos los que, de verdad,
son felices y alegres.
Son aquellos que, de verdad,
con una simple palabra,
basta para alegrar tu día
y para revitalizar tu ánimo.
Son aquellos que, de verdad,
no exigen precio alguno
por su consejo y compañía.
Son aquellos que, de verdad,
disfrutan tu compañía,
y tú disfrutas la suya.
Son aquellos los que, de verdad,
confían en ti, creen en ti
y te valoran,
como una verdadera amistad.
Estas personas existen de verdad
y estoy realmente feliz
de que existan en mi vida y
participen en ella.
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