“Aquellos sentimientos se convirtieron en repulsión y horror cuando vi al Conde de cuerpo entero salir lentamente por la ventana y reptar de cabeza por el muro en el espantoso abismo, boca abajo, con su capa desplegándose en torno suyo como grandes alas”.
Bram Stoker, Drácula.
El siglo XIX fue el escenario de importantes movimientos sociales como la Revolución Industrial, que promovió cambios en la tecnología y la industria, pero lo más significativo fue la expansión del conocimiento, la ciencia y las artes. Era 26 de mayo de 1897, cuando en la ciudad de Londres ocurría un acontecimiento que cambiaría la historia cultural, la experiencia histórica y hasta la psique colectiva de sociedades enteras, sino es que de todo el mundo: la publicación de Drácula, la primera novela de un vampiro.
La publicación de Drácula: el arquetipo del vampiro moderno
Hace 126 años, la mente creativa de un genio abría el capítulo más oscuro de la literatura: el escritor irlandés Bram Stoker (1847-1912) publicaba su novela Drácula, bajo el sello de la editorial Archibald Constable and Co., con un tiraje de 3,000 ejemplares. El diseño del libro era sencillo y sin equivalente a su contenido: una pasta amarilla con letras rojas que indicaba el título de la obra y el nombre del autor, continuando con el estilo de otras publicaciones de la época como El retrato de Dorian Gray (1890), de Oscar Wilde –de quien, por cierto, era amigo–.
Aquel 26 de mayo de 1897, el vampiro moderno había nacido. ¡Drácula había nacido! Cuyas consecuencias se perciben en la literatura y la cultura popular con las más terribles pesadillas y leyendas que cobran vida al amparo de la noche oscura. Con la publicación de Drácula, Stoker abría un nuevo género literario: la novela epistolar, pues la obra se estructura a partir de las cartas y los diarios personales de sus protagonistas, de esta manera conocemos –hasta experimentamos– los horrores que Jonathan Harker vivió en el castillo.
Además, consolidaba al género de terror gótico, que contaba entre sus páginas con novelas como Frankenstein (1818) o El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), pero Stoker lo llevó a la gloria con Drácula. Incluso, definía el arquetipo de los vampiros: siniestros, poderosos, seductores y con cualidades sobrenaturales como la fuerza, el control de la naturaleza, el control de las mentes, la capacidad de la metamorfosis y, por supuesto, alimentarse despiadadamente de la sangre de personas vivas; sirviendo de modelo para toda la literatura vampírica posterior.
Bram Stoker y Vlad “el Empalador”: de la historia a la literatura
El libro de Drácula es el máximo exponente de la narrativa de terror y el más icónico de todos los tiempos. ¿Quién no conoce ese nombre? ¿Quién no asimiló la representación del vampiro con la descripción del conde Drácula? Así, la novela de Stoker se configuró dentro de las pautas culturales, históricas y tradicionales de las sociedades occidentales. ¿Qué hay detrás de su narrativa?
Drácula es una novela, pero no un producto gestado exclusivamente en la imaginación de Stoker, su narrativa se estructura a partir de las creencias populares que circulaban en Europa sobre muertos que regresaban a la vida –o salían de sus tumbas– (los “no-muertos”) para beber la sangre de los vivos. Por ejemplo, esto se refleja en el pasaje donde Lucy –convertida en “no-muerta”– salía de su tumba para alimentarse de la sangre de niños: “¡El ataúd estaba vacío! […] De repente, una mujer envuelta en un blanco sudario […] llevaba en brazos, que pronto identificamos como un niño rubio […] todos acabábamos de reconocer las facciones de Lucy […] los labios de la joven estaban húmedos de sangre” (Stoker, 1897).
Asimismo, Bram Stoker se sirvió de fuentes históricas, por ejemplo el conde Drácula está inspirado en Vlad III de Valaquia, conocido como Vlad Tepes o Vlad Draculea, este patronímico es un diminutivo del epíteto Dracul, que en rumano significa “el Dragón”; aunque en el rumano moderno adquirió la connotación de “demonio”. Vlad es un personaje histórico, considerado héroe nacional de Rumanía y conocido como “Vlad el Empalador”, ya que el empalamiento era el principal método de tortura que aplicaba a sus enemigos. De este modo, Stoker estableció una conexión entre Vlad y Drácula a través del vampirismo, matizado por la crueldad para matar que caracterizaba a ambos personajes. Aunque, si lo analizamos bien, los dos, son el mismo bajo el nombre inmortal de “Drácula”. Por cierto, uno de los primeros títulos que el autor tenía para su novela fue Conde Walpyr.
¿Sabías que el castillo de Vlad, que sirviera de inspiración para la morada del conde Drácula, se ubica en Transilvania? “Un gran castillo en ruinas. De sus altísimos ventanales no salía ni un solo rayo de luz, y las viejas almenas se recortaban contra el cielo donde la luna, en aquel momento, triunfaba sobre las nubes.” En cuyo interior, el perverso anfitrión esperaba a su huésped: “Sea bienvenido a mi morada. Entre en el castillo por su propia voluntad”, palabras que el conde dice a Jonathan Harker antes de entrar por el umbral del siniestro lugar (Stoker, 1897). Es decir, el autor construyó la identidad de Drácula a partir de la personalidad de Vlad Draculea, haciéndolo el principal y más importante vampiro de toda la historia.
La investigación de Stoker para escribir Drácula, va más allá del folclore rumano y las supersticiones de Transilvania. En el año 2018, la Biblioteca de Londres reportó que entre su acervo, encontró 26 libros que el autor utilizó para escribir su novela. Así lo explica Philip Spedding, director de desarrollo de la Biblioteca: esto fue posible a partir del documento encontrado en 1913, que contiene las notas de Stoker, mismas que mencionan sus fuentes de consulta, frases y citas que se encontraron en esos libros con marcas de cruces y subrayados. Los libros más referenciados fueron Pseudodoxica epidémica, de Thomas Browne y El libro de los hombre lobo, de Sabine Baring-Gould.
La herencia del vampiro: Drácula, la novela inmortal
Drácula no es el primer libro sobre vampiros, antes de su publicación en 1897, ya se habían escrito obras menores: acaso la primera es Der Vampir (1748), poema de Heinrich Ossenfelder; aunque, el referente más importante es The Vampyre (1819), de Polidori, considerado el iniciador de la literatura vampírica. Me limitaré a estas dos menciones. Sin embargo, Drácula superó por mucho a sus antecesores –en realidad a todo referente de literatura moderna–, convirtiéndose en la novela más icónica y la segunda más leída de todos los tiempos. Se ha traducido a más de 50 idiomas y se calcula que se han vendido más de 13 millones de ejemplares por todo el mundo. ¡Hay uno en mi acervo, el cual leía con entusiasmo y horror en las noches, hace más de veinte años! Por las razones expuestas, cada 26 de mayo se celebra el Día Mundial de Drácula y, como siempre digo: el mejor homenaje que podemos hacer a un autor o libro, es leerlo.
No obstante, el éxito tremendo del libro y del personaje del conde Drácula, la realidad es que ni Bram Stoker imaginó los alcances de su obra. De hecho, ni siquiera los conoció, pues no fueron inmediatos. Incluso, murió de sífilis y en la pobreza el 20 de abril de 1912, y debido a que días antes se había reportado el hundimiento del Titanic, los periódicos apenas hablaron de él. Fue en 1922, con la magistral cinta “Nosferatu, eine symphonie des grauens”, basada en el personaje, que Drácula desplegó las alas de su éxito literario hacia otros medios.
A partir de entonces, se hicieron más adaptaciones al teatro –Stoker hizo una representación antes de publicarla– y al cine, una de las más famosas fue la cinta “Drácula” (1931) con el extraordinario Bela Lugosi, o bien la del director Francis Ford Coppola en 1992. Además, ha inspirado novelas, pinturas, musicales, caricaturas, series, cómics…, y, no podemos dejar de mencionar, a los disfraces de millones de niños y adultos en todo el mundo. ¿Sabías que el conde Drácula es el personaje literario más representado en diversas expresiones culturales? Es un hito de la cultura universal.
Pero, especialmente, ha despertado las peores pesadillas del imaginario colectivo, pues la sombra inmortal del conde Drácula nos acechará por siempre, como una construcción social del miedo, del horror, a través de la edificación de imaginarios siniestros que se materializan en los vampiros. ¿Qué sería de los vampiros sin Bram Stoker? ¿Qué sería de la literatura gótica y de terror sin Bram Stoker? Después de todo, Bram Stoker y Drácula tienen algo en común: son los hijos predilectos de la noche y se engalanan con la gloria de la inmortalidad.