Más allá de una pantalla (tribuna)

Más allá de una pantalla (tribuna)

En el marco de la materia ‘Creatividad e innovación editorial’, alumnos del quinto semestre de la Licenciatura en Comunicación de la Anáhuac Mayab reflexiona sobre los problemas que el uso del celular en el salón de clase genera. En esta entrega, Kristal Martínez  defiende la presencia de éstos en las aulas, aunque apelando a la responsabilidad de los estudiantes.  

Sofía, estudiante de Ingeniería Civil, se encontraba en clase de Geología. La profesora exponía el tema de ‘Proyecciones estereográficas para la estabilidad de taludes’ en el pizarrón y les pidió que copiaran lo que ella escribía. Fue entonces cuando la mayoría del grupo, incluyendo a Sofía, sacaron su celular y le tomaron fotografías en lugar de anotarlo su libreta o computadora.

La profesora no protestó al respecto y continúo con la clase. Unos minutos después, se dirigió hacia Sofía y le hizo una pregunta, pero ella no estaba realmente concentrada en la clase, ya que depositó toda su atención a distintas publicaciones en Facebook.

El uso del celular en clase puede verse como algo negativo o como algo positivo, realmente depende el uso que cada persona le dé. Puede ser positivo si el alumno está interesado sobre un tema y decide buscar un poco más de información al respecto porque claramente hay curiosidad y no es malo que no quiera quedarse solamente con lo que un profesor dice. Sin embargo, se convierte en algo negativo, cuando ya interfiere en la relación maestro-alumno, es decir, cuando la atención que debería estar prestada a la clase desaparece.

El teléfono celular nació para facilitar la comunicación entre las personas. Es, sin duda, una herramienta bastante útil, pero se ha convertido en herramienta del ocio. Un salón de clases, un profesor, un alumno y un celular ya no es la combinación perfecta. Se transforma en algo perjudicial, en una distracción que mutila el aprendizaje.

Es evidente que los jóvenes ya están muy relacionados con los aparatos tecnológicos, y que no sólo son un accesorio sino una parte de ellos. Sonará un poco exagerado pero es cierto, en cada pasillo, salón, biblioteca se puede observar a éstos con el celular en la mano y los ojos completamente de lleno en la pantalla. Ya no ven más allá, ya no se fijan que el profesor utiliza su color favorito en las presentaciones, ya no comprenden la pequeña broma que hace referencia al tema que se está tratando, ya no utilizan su imaginación para recrear el esquema expuesto, no, ya es más importante estar al pendiente de las notificaciones de Facebook, Twitter o de Whatsapp.

Sería conveniente regular el uso de estos aparatos, el profesor podría optar por prohibir el uso de éstos a menos que se necesite buscar algún tipo de información, sólo en ese caso podrían utilizarlo. Así, habría una distracción fuerte menos para el estudiante, ya que no sólo se necesita un teléfono para divagar, con lápiz y papel se puede. Pero esos son otros temas.

 

 

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