El escualo que creó un legado

Hablar de Steven Spielberg es hablar de experiencia, es hablar de éxito. El Rey Midas del Cine ha dejado una marca imborrable en la historia gracias a todas sus producciones, pero siempre hay una primera vez y la película que lo catapultó al éxito fue la obra maestra de Tiburón.

Es una gran película, un ícono del cine contemporáneo, innovadora en su tiempo y trascendental en la actualidad. El filme tiene una trama muy certera y apegada al libro original escrito por Peter Benchley, quien también es, junto con Carl Gottlieb, responsable del guión. Se toma la libertad de cambiar pequeños pero significantes puntos de la historia sin deformar la esencia original de la obra en papel; por ejemplo, el dialogo del USS Indianapolis que sucede a bordo del Orca jamás se menciona en la novela, pero en la película es la medula espinal del personaje de Quint. Otro aspecto que es el alma, el esqueleto y lo que mueve todo es la música compuesta por la leyenda John Williams (de quien hablaré al respecto más adelante).

La película desde los primeros minutos inyecta una buena dosis de suspenso e intriga mostrando al “asesino invisible” acercándose lentamente hacia la victima, creando un ambiente de incertidumbre y ansiedad sólo gracias a un truco de cámara y dos notas musicales. Lentamente, el director nos involucra con el pueblo, dando un retrato fiel de lo que sería la vida cerca del mar y creando un ritmo constante en toda la película sin la aparición de los conocidos “Tiempos Muertos” que al final lograrían un ritmo tedioso que es totalmente nulo en Tiburón.

Lo mejor de la película no se tiene que ver: la música es el elemento sorpresa, el suspenso y la aventura que gira en torno a Tiburón. Tan solo dos notas de Mi y Fa logran el tronco de la famosa melodía que ha roto la maldición del tiempo y ha llegado hasta hoy a más de 30 años de existir. El ritmo de la musicalización marca el momento en el cual estar atento para poder involucrarse en la película, dando la introducción en pantalla al escualo asesino de la isla.

Durante la tercera parte de la película nos situamos en el Orca, barco ficticio que funge como pequeña fortaleza para defenderse del gran tiburón que enfrentan los 3 protagonistas de esta parte del film. Spielberg logra llevar estos 40 minutos a bordo del bote con un ritmo activo sin llegar a una pérdida de esquema y parecer muy lineal. En toda la película se hace énfasis a las expresiones faciales pero en el bote se enfatizan aun más, logrando que los personajes transfieran a la audiencia el terror de la situación. Spielberg logró una dirección dedicada y sublime en su primer Blockbuster y la fórmula para crear esta bomba de entretenimiento se refleja en cada escena del film, haciéndolo literalmente un monstruo cinematográfico y reflejando su legado desde su estreno hasta nuestras fechas. El director Kevin Smith alguna vez dijo «Alguien de mi edad que esté en esto del cine, siempre cita Tiburón como la primera película que recuerda haber visto, o como la película que lo llevó a meterse en esto del cine, o con la que empezó su romance con el cine.» Definitivamente cuando hablamos de la importancia y el legado de Tiburón en el cine es justo decir “Vamos a necesitar un bote más grande”

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