Apocalípticos e integrados: posturas que persisten

Apocalípticos e integrados: posturas que persisten

El teórico Umberto Eco, uno de los gurús de la comunicación, publicó, en 1964, un libro que dividiría a las grandes mentes de la época en dos polos opuestos sobre la cultura de masas:  ‘Apocalípticos e integrados’.

A pesar de sus años, muchas de las reflexiones del pensador italiano siguen vigentes.

En ese sentido, todos seguimos tomando algún lado en el juego, consciente o inconscientemente, de definir nuestra postura frente a los contenidos mediáticos. No obstante, primero hay que dejar en claro qué es la cultura de masas, término que quizá ya no sea del todo válido en nuestro actual contexto social y tecnológico, pero que se utilizará por el momento para proseguir con la argumentación.

La cultura de masas es la realidad que vivimos con respecto a la información que transmiten los medios de comunicación y que, por definición, se caracteriza por estar disponible para todos: arte, ciencia, opinión pública o noticias, entre otros mensajes, que han sido «democratizados».

De esta forma, el fenómeno, de acuerdo a lo descrito con Eco hace 52 años, ha provocado el surgimiento de dos actitudes frente a éste.

Primero, están aquellos que consideran que es mejor proteger la información de la élite y la alta cultura (literatura, arte o ciencia) para que nunca se vea afectada por intereses comerciales o que ésta se ponga en moldes demasiado simples y pierda su profunda esencia. Consideran que este fenómeno llevará a la sociedad a dejar de pensar con profundidad y que afectará el curso del pensamiento humano al obligarlo a simplificar todo. Estamos hablando de los apocalípticos.

Del otro lado, encontramos a quienes consideran que esto permite un desarrollo regular y consciente del pensamiento, ya que ahora el acceso es ilimitado y podemos conocer lo que sea sobre lo que nos plazca. Incluso, quienes se identifican con esta posición, afirman que la cultura de masas permite participar en el mundo de la información, se esté o no preparado intelectualmente para aportar o interpretar con profundidad.

Definitivamente, ambos lados tienen sus virtudes y sus defectos. No obstante, dada la actual situación es necesario replantear nuevas clasificaciones y paradigmas, dado que el propio Eco descalificó por igual ambas categorías.

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